domingo, 15 de junio de 2008

Capítulo 23

Parecía tan oscuro el centro


1) La Pintora

Me descalcé. Salía de un concierto de música clásica. Paramos (digo -porque iba con un amigo-) en una jerga de exposición de pintura. Tomamos algo (Siempre en estas ocasiones hay vino o algo para comer). Con un poco más de nafta en la sangre seguimos camino.

2) Dos Mujeres

En la puerta de un teatro hay dos minas sentadas. Una morocha de jeans azules y buzo de lana azul oscuro, que al vernos torció su cuello y movió la pierna izquierda mientras la otra castaña se dedicaba a mirarnos y fue la vigía que señaló la carne.
-¿Estuvo buena la presentación?
Me paré delante de ellas, abrí los papeles los miré:
-Esto.
¿Si estuvo bueno?.
Se miraron entre ellas y empezaron a reírse.

Las miré durante unos segundos pero pareció interesarles más su gracia. Nos despedimos.

Seguimos caminando hasta un bar donde nos tomamos unas Grapa miel y después nos separamos. Yo me fui a la playa.

Las hermosas olas giraban, vibraban, se alimentaban unas a otras, desde el fondo de los cimientos. Y el sol, el sol no existía pues era de noche.

3) Aguas Dulces

Camino varias cuadras por la rambla. Recuerdo Aguas Dulces.
Alquilamos una casa (alrededor de 20 amigos y amigas); una noche en particular.
Me había quedado con Pablo toda la noche tomando vino y hablando. Esperamos que fueran las 6:00, cuando todos volvían, para salir. Íbamos caminado por una calle de tierra, donde están la mayoría de los negocios, llevábamos con nosotros unas botellas de cerveza y estábamos borrachos como para no poder caminar sin tambalearnos. Vimos dos minas que volvían de algún lugar, eran hermosas, delicadas, ni flacas ni gordas. Nos acercamos y empezamos a hablar, recuerdo que tuve que recostarme en una de ellas porque no podía mantenerme en pie. Esta era la menor de las dos, tenía 23 años o eso decía además de una hermosa sonrisa que dirigía hacia mi. La sorpresa (para mí) fue que me dio 22 años. La invité a ir a la playa. La amiga se puso pesada y se fueron. Nunca me habían dado más edad de la que tenía.



4) Taxista

Me tomo un taxi, justo un rato antes que empiece a llover. Miro distante al conductor: Hola, ¿Sabes donde es Av. Italia y Santa Ana?. Es un anciano de unos 60 o 65 años, parece asustarse. Se imita a rascarse la nuca desorbitando los ojos. Pasando 5 cuadras Av. Italia y Comercio, Sí. Prende el limpiaparabrisas. Se acerca y se limita a mirar la calle. Le sigo el juego. Miro la ventana. Hago sonar mis dedos. Suspiro. Lo miro. Prende la radio. Que tránsito que hay esta noche, no se puede ver nada, Están cayendo unas pocas gotas, ¿Vos donde estuviste?, Estuve en Malvín y no llovió casi nada. Frena un poco. Me mira. Mira hacia delante. Dobla para tomar Av.Italia. Giro la cara. En el semáforo prende la luz del techo y mira el reloj.

Al llegar a casa tuve que decirle que me esperara.
-Estoy de paso y dejé a un taxi esperándome
-Viste no desaparecí acá tengo la plata
-Gracias
-Hasta luego

5) Acarreando dolor

En ese momento al cielo lo surca un avión sin alas y con forma de perro. Las personas se convierten en ratas del tamaño de un león. Hay azules, blancas, negras, verdes, amarillas, marrones, naranjas, grises, celestes.
Los colmillos nacen en la mandíbula inferior.
Acostado en mi cama miro el ventilador. Mi cuarto es algo raro pues las paredes son azules y el techo tiene pinceladas negras. Sólo está la cama y una mesita de luz.
Salí corriendo pensando en darle de comer al vecino, ladrarle al perro, robarme un par de botellas de vino del almacén, romper el ascensor del edificio, tirarles algo a los ejecutivos.
Me había equivocado las tareas habituales ya estaban perdiendo su gracia.

6) Las excusas para la felicidad

Mientras soñaba entre sábanas y serpientes diablo, gárgola, dragón y muerte se interponían entre mí y mi adorable sueño. El cuarto crecía mientras las sombras mordían la cama. A mis espaldas se escondía él. El come ojos. Vivía en las alturas a unos 12 pisos de mi casa. Lo quise matar y a mis alturas la lucha fue pareja. Para poder descender y llegar a ella que seguía abrazada a mí tenía que acurrucarse dentro de un útero marino.

7) Los frenos

Nos despertamos y el Eva test, todavía no estaba cargado. Su sonrisa me volvió a enredar. Capaz que todo esto, lo viví o lo imaginé.

Pero, siempre que estoy enfrente a un reloj pulsera reviso la temperatura de mis dientes y miro el tic tac de las manos en eso de, ¿quién sabe cuándo el teléfono sonará? y juntos hablaremos sexo manteniendo vivos los niños muertos y si podes no mires cuantos cd`s hay en la mesa porque vos hundiste rancias flores y el jardín se reverenció de ultima mosca.
Capítulo 25

Al pedo



Caminando por la calle (callados) pensamos si nos dirían si nuestras vidas cambiarían de un momento a otro.
A las 15:00, la ginecóloga, le dijo que las pastillas que estaba tomando no eran seguras y que el test de embarazo, que se había hecho, tampoco lo era. Le recetó una fibroscopía vaginal.
La palabra “aborto” surcó nuestra conversación.
Por mi parte no quería que interfiera. Por su parte quería terminar los estudios. Nos miramos y decidimos tenerlo.
El examen sería a las 20:00.
Hablamos de que había que esperar un tiempo para decirlo. El atraso era de 2 semanas, por lo tanto, era muy probable.
La calle parecía desierta, había tránsito y gente pero parecía que un silencio mortuorio se había apoderado del lugar. Todos los volúmenes eran bajos y ninguna bocina parecía que fuera molesta. Pies rápidos nos llevaron a caminar muchas cuadras en pocos minutos. Ella hablaba del cochecito y miraba vidrieras con ropas para bebé. Yo piraba.
Un niño pasó por al lado de ella y le miró la panza. Ya está dijimos.
En la sala de espera una familia hablaba del sexo de su hijo y cómo lo estaba tomando la familia. Nosotros mudos.
Entró. Salió.
“Es un desajuste de mi organismo”.

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